(Por José Dos Santos): Como los verdaderos sabios, Fidel se ha retirado de la vida pública con su aureola intacta de gran campeón....
Y  no puntualizo sobre quien me refiero porque a él, como no le hacen  falta cargos para medir su autoridad ni significación, tampoco requiere  de apellidos para identificarlo.
Claro que para la gran mayoría de  los cubanos fue, es y seguirá siendo el Líder de la Revolución , el  invicto Comandante en Jefe, el Héroe de la Sierra y otras muchas formas  de nombrarlo, ganadas en seis décadas de constante batallar por su  pueblo.
Lo ví, como todos los que seguimos la sesión de clausura  del VI Congreso de su Partido Comunista, dirigirse con cuidado hacia su  habitual silla de la presidencia, y desde allí estar atento al  desarrollo de la sencilla y gran ceremonia con la que se despedía de la  actividad pública masiva.
Entonces comprendí lo acertado de su  decisión de ceñir su entrega en estos tiempos al campo de las ideas,  evaluando, rememorando, develando, advirtiendo, sentenciando,  esclareciendo y llamando a la cordura en el loco mundo que nos ha tocado  vivir en este siglo XXI. 
Y el sentimiento que me nació con verlo  ahora me obliga a escribir estas líneas porque, como todos los cubanos  que en algún momento estuvimos cerca de su accionar, constaté que la  leyenda que hemos admirado ha adquirido otra dimensión física, no menos  importante hoy por lo necesaria, vital.
Estuve en su entorno en  muchas ocasiones, a veces de forma distante reportando acontecimientos  en los que él era centro, y otras más cerca, como en Congresos y Plenos  de la Unión de Periodistas o coberturas de visitas suyas a otros países.  Y siempre su vitalidad nos dejaba asombrados -y exhaustos, a pesar de  ser 20 años mayor de muchos de los que le rodeabamos.
Esa imagen  se mantiene cuando vemos los pasajes en los que estuvo involucrado, como  ahora en su 50 aniversario, en la que le hemos disfrutado verlo dirigir  sin fatiga hacia la victoria sobre la invasión mercenaria por Playa  Girón.
O cuando cortaba caña, jugaba pelota, hacía discursos con  duración record,  presidía de pie desfiles casi interminables o… tantas  otras escenas que marcaron a generaciones de sus compatriotas con su  segura presencia.
Ahora, luego de su despedida pública, deberemos  pensarlo sobre todo en otro plano, que no es nuevo, el del pensador.  Porque él combinó  magistralmente y desde siempre las facetas de hombre  de acción y de pensamiento; capaz de decir qué hacer y acometer él mismo  cómo hacerlo.
El se ha ganado en su vida de empeños y  sacrificios, de realizaciones y sueños compartidos, de amarguras y  alegrías, que le prestemos aún más oídos, corazón y voluntad a lo que ha  dicho y aún tiene que decir en esta nueva fase de su vida, cuando como  los grandes campeones se ha hecho a un lado de los cargos con los  laureles de gran campeón de los cubanos sobre la frente. PL/InSurGente