El día que me entrevisté con Mahsooda en su casa, tanto ella como sus camaradas de la RLOA -una organización socialista clandestina que trabaja en el Afganistán- acababan de recibir trágicas noticias.
Ocho de sus camaradas y siete de sus hijos habían muerto hacía dos noches en un bombardeo estadounidense en la ciudad de Kharkhana. Mashooda y sus camaradas no me pudieron dar sus verdaderos nombres porque trabajan en secreto y en condiciones muy peligrosas, pero si sus nombres de guerra y la edad de los camaradas muertos. "Ahora ya son mártires y no pueden ser asesinados dos veces", me dijeron.
Entre los militantes muertos, cuatro eran mujeres: Llayama (31), Marzia (25), Rabia (30) y Gulmaco (40). Los hombres eran Abdul Karin (21), Abdul Faruk (47), Abdul Rahman (51) y Abdullah (38). Todavía no estaban seguros de los nombres de los niños ni de sus edades.
Es fácil ser un militante socialista en Escocia, donde se puede defender públicamente nuestras ideas, imprimir panfletos y revistas, organizar campañas y presentarse a las elecciones. Pero la vida de un socialista en el Afganistán es totalmente diferente. No tienen dinero para panfletos, páginas web o computadoras. Todos los días tienen que luchar por la supervivencia, porque están permanentemente condenados a muerte. Incluso Mahsooda, que vive exiliada al otro lado de la frontera, en Peshawar, puede ser asesinada por los talibanes o cualquier otro extremista religioso si descubrieran su auténtico nombre.
Las mujeres que organiza Mahsooda tienen que reunirse clandestinamente, escondiéndose incluso de sus maridos y familiares. "Muchas mujeres se resignan a su papel tradicional. Pero otras muchas quieren aprender, estudiar y ser activas e independientes", dice Mahsooda, que es madre de cuatro niños.
"Las mujeres en el Afganistán tienen una larga historia de participación y lucha política. Pero ahora, los hombres no quieren que vayan a reuniones o que estudien. Muchas camaradas tienen que trabajar en secreto, sin que lo sepan sus maridos, hermanos o padres. Tienen que decir que van al mercado o a comprar algo para poder venir a esta o a otras casas".
Ese mismo día conocí a otras dos militantes que tampoco conocían a Mahsooda, porque trabajan en pequeñas células clandestinas. Shalhala tiene 27 años y es de la provincia de Bamiyan, en el centro del Afganistán –donde la mayoría shiita de la población ha sufrido terribles persecuciones sectarias a manos de los talibanes sunitas. A comienzos de este año, los talibanes saquearon la zona, destruyeron las dos grandes estatuas de Buddha y mataron a mucha gente. Shalhala perdió a un tío y cuatro primos, que fueron ejecutados por los talibanes en las aldeas de Darali y Naick. "En Darali, la gente había salido de sus casas para ver llegar a los talibanes. Pero estos sacaron a todos los hombres de sus casas, les ataron las manos y los llevaron a la plaza del pueblo. Nadie pensaba que les iban a matar. Pero los asesinaron a todos: 180 en Darali y 220 en Naick".
Shalhala cree que las mujeres son más contrarias a los talibanes que los hombres. "Algunas mujeres, las que vienen de familias muy religiosas, les apoyan. Pero no la mayoría. Han convertido las casas en prisiones para las mujeres. La mayoría de la gente, el 99% de la gente, son musulmanes, pero quieren también ser libres y vivir en una democracia".
Shalhala cree que la elección entre los talibanes y la Alianza del Norte es una elección entre Frankenstein y Drácula. Su zona fue en el pasado un enclave de la Alianza del Norte, aunque fue capturado después por los talibanes. Shalhala explica que la Alianza del Norte fue responsable de terribles brutalidades contra las mujeres, con secuestros y violaciones habituales. "Son muy crueles. Una chica joven, llamada Shukria, fue atacada en su casa por dirigentes de la Alianza del Norte. Intentaron violarla, pero consiguió escapar por la ventana. La asesinaron a tiros allí mismo".
Hilla tiene 22 años y es la responsable de la organización de mujeres de la RLOA en la ciudad de Herat, en la parte occidental del Afganistán, cerca de la frontera con el Irán. Habla buen inglés. Me cuenta que el 99% de las mujeres no han recibido ninguna educación. Una parte muy importante de su trabajo es organizar pequeñas escuelas básicas para las mujeres. Hilla y sus camaradas reúnen mujeres en casas y dan clases clandestinas. Cobran cantidades casi simbólicas para poder comprar lápices y libretas.
En cada clase hay unas 10 o 15 mujeres. Yo enseño a cinco grupos distintos. Pero hay muchas más clases en la región y en todo el país de organizaciones como RLOA y RAWA. Lo primero es enseñar a leer. Antes de poder educar políticamente a las mujeres, hay que enseñarles a leer y escribir. También les enseñamos algo de sanidad y a coser. Más tarde hablamos de política.
A pesar de la represión que sufren bajo los talibanes, según Hilla todas las mujeres están contra los bombardeos estadounidenses. "No creen que sea una guerra entre los Estados Unidos y los talibanes, sino una guerra entre musulmanes y no-musulmanes. En mi región, la mayoría son shiitas y están contra los talibanes. Pero si hay una invasión terrestre del país, la mayoría de la gente resistirá con los talibanes contra los estadounidenses. Los norteamericanos quieren derrotar a los talibanes y Al Qaeda. Pero su verdadero objetivo es quedarse con el Asia Central, como ya han hecho con algunos países árabes".
"Estados Unidos creía que iba a ser fácil, pero la guerra durará dos o tres años. Pero incluso si los talibanes son derrotados y forman un nuevo gobierno, la izquierda tendrá que seguir trabajando en la clandestinidad, porque los estadounidenses no traerán la democracia sino una nueva dictadura".
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